Monday, December 12, 2011

La familia


- ¿Quieres un poco más de té, querido?

Como cada año, la familia Banks se reunía para celebrar la Navidad. Sentados a la gran mesa de cristal que adornaba el elegante comedor señorial, los Banks comían en silencio; de vez en cuando un comentario escapaba de las bocas más jóvenes, pero la conversación no duraba mucho. Ronald Banks, el patriarca de la familia, era un hombre oriundo y tozudo empeñado en conservar las tradiciones familiares. Presidía la mesa con solemnidad y no esperaba pasar un buen rato, pero a sus ojos esas cenas eran una especie de ritual pagano que no podía dejarse de lado. La señora Banks, mucho más práctica y algo menos simple, no compartía esta visión con su marido: para ella, era todo una transacción inevitable pero provechosa, si se llevaba a cabo adecuadamente. El resto de los presentes simplemente se sometía a la voluntad del patriarca, y aceptaba las horas que pasaban juntos como una suerte de penitencia cristiana.

- ¿Qué harás este año nuevo, Jake?


Menos Jake.

- Viajaré. Melissa y yo queremos empezar el año nuevo en Bali. Hemos encontrado un refugio donde necesitan ayuda y nos hemos ofrecido como voluntarios.


El señor Banks se removió en su asiento y se ocupó en cambiar de tema. Jake no era una buena influencia, pensaba el señor Banks. Con su pelo emarañado y sus ideas tercermundistas de amor y paz. ¡Paparruchas! Si su padre le viera... claro que su madre siempre había sido una pécora. No, no era una buena influencia. Pero algún día se irían definitivamente, él y su novia descarriada, y dejarían de perturbar su apacible vida. Ojalá se fueran. Iracundo y ofendido, se levantó de la silla y fue a la cocina.

- Pobre tío, debe pasarle algo. ¡Ahora vuelvo! Necesitará alguien que le anime. – Jake sonrió y se dispuso a seguirle. Y alguien comentaba:
- ¡Jake es siempre tan encantador!
* * *
- ¿Cómo está usted, tío? ¿Le pasa algo?
- ¡Vete, Jacob! ¿Qué quieres ahora? Sabes que no quiero hablar contigo.
- Yo sí que quiero hablar con usted. No puede dedicarse a dejarme en evidencia siempre. – La sonrisa de Jake era verdaderamente irresistible. Los rizos negros le caían a ambos lados de la cara, enmarcando un bonito cuadro de dientes blancos y labios carnosos.
- Puedo dedicarme lo que quiera. Para eso es mi casa. – gruñó el señor Banks. Su sobrino se limitó a sonreír dulcemente.
- ¿Ah sí? ¿Y pensaría lo mismo su querida señora Banks si supiera lo que hace cuando ella no está en casa? – y, cambiando de tono, añadió – Tenemos un pacto. Espero que lo recuerde.
- ¡Desagradecido! Ya te di lo que me pediste. No tendrás nada más.
- ¿Así somos, tío?
- No me llames tío. No puedo confiar en ti.
- No se preocupe por eso... somos una familia, ¿No? No es nada personal. Y las cosas de casa, se quedan en casa... ya sabe.
* * *
Los invitaros se fueron yendo. La señora Banks quiso asegurarse de que su madre llegaba bien a casa y se marchó con ella. Mientras tanto, Ronald Banks miraba absorto a la tetera, que aún hervía en el fuego. Su sobrino, Jake Banks, hablaba distraídamente con él.

- …y por supuesto Melissa y yo tenemos que tener los medios necesarios para irnos... no a Bali, desde luego; yo quiero algo mejor, ¿Qué le parece el Caribe? Sí, unas bonitas vacaciones en el Caribe nos harían tanto bien...
“Esto se acaba hoy. Se acaba hoy.”

- ...y el Caribe, sin unos 1000 euros por cabeza, no se disfruta... ¿No le parece? Y quien dice 1000 dice 1500... ¿Me está escuchando?
- ¡SE ACABA HOY!

El agua hirviendo quemaba la cara de Jake. Ronald Banks golpeaba la tetera chirriante contra el cráneo de su sobrino. Entre gritos, sangre y agua Jake se tornaba cuerpo inmóvil, mueca torcida, ojos desencajados. Su cadáver yacía, aún caliente, en la cocina familiar.

- Lo siento, sobrino. – comentaba su tío. – Pero en fin, es lo que tú dijiste. Lo que pasa en casa...

Y se puso a limpiar antes de que llegara su mujer, porque las baldosas sucias no le gustaban nada.

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